los demás y que había resuelto no hacerse millonario con
ese secreto porque no quería perder su taller mugriento en
el olvidado barrio de la Fábrica. Y entonces le preguntó
por qué había decidido quedarse. Eleazar lo miró como
para que Nueve supiera que su mirada era también una
palabra y le contestó esto: "Por las telenovelas". Nueve op
tó por no sorprenderse y esperó simplemente alguna aclaración. Que vino y fue verdadera:
—Eso, por las telenovelas. ¿Vos no viste que en las telenovelas son todos millonarios, como vos decís? Bueno,
¿y te fijaste en las caras de esos tipos? Siempre en guardia, como mirando para atrás, odiados por todos, porque
son más malos que el hígado hervido y, si alguna vez se
consiguen una mujer, es por la plata que tienen y viven aterrorizados de que se la saquen. A la plata, digo. La mujer
les interesa un pepino. Y a mí esa vida no me atrae para
nada. Entonces me dije: "Eleazar, a vos te gusta el salamín
picado grueso, deja el jamón crudo para los que se banqu