-Son dos cosas, me dijo Alondra mientras desayunábamos, inconscientemente abriste la lata de café para recordar siempre a tu marido, porque tu mente o tu subconsciente, no se resigna a su muerte, o él ha venido a buscarte-
Ya se imaginarán. Yo seguía con los pelos de punta, estaba muy asustada y no dejaba de temblar.
-Lo mejor es que te vayas a dormir a mi casa-, me dijo Alondra.
-Yo lo quiero mucho a Rudolph y estoy segura que él me amó demasiado, no me haría, jamás, daño, seguramente que quiere comunicarse conmigo-, sorbí el café con leche que me había preparado ella.
Alondra había comprado los panes y mantequilla en la panadería. Estaban crocantes. Ella mordió uno con deleite.
-Seguramente quiere darte un mensaje, es posible que sepa quién fue el que lo mató-, especuló mi amiga.
-Yo lo veo muy feliz, contento, natural y normal, como si no hubiera pasado nada-, suspiré dolida.
-Es que Rudolph siempre fue así, nunca se preocupaba de nada y siempre tomaba las c