Mi mundo al revés

Le tocó la nariz —No—respondo tirando la cabeza hacia atrás. 

Antes solía usar el alcohol para escaparme de mi misma, olvidar que tenía que soportar cada cosa en la vida y más en la Universidad. Hacer oídos sordos a los reclamos de mi padre cuando discutía con mi madre porque me tuvieron y soy mujer. Tantas cosas soporte que una salida con amigos podía disfrutarla al máximo hasta perder la conciencia. 

Después de decirle eso a Alan, cerré mis ojos y me deje llevar por la tranquilidad. No puede quedarme despierta para escuchar su respuesta y me dormí profundamente. 

Al día siguiente, me despierto porque escucho voces en el pasillo y cuando intento levantarme de la cama, vuelvo por el dolor fuerte de cabeza. La puerta de la habitación se abre y aparece una de las empleadas—Buenos días, señora. Esto nos pidió que le debemos el señor—me dice entregándome una bandeja de desayuno. 

Agarró una de las pastillas—¿Esto es para la resaca?—pregunte. 

Levanta una almohada del suelo y la sacude para ponerla de nuevo arriba de la cama—Si, nos pidió que la atendieramos y le informemos que sus padres quieren verla en el almuerzo—asegura. 

Dentro de boca me introduzco rápido la pastilla, bebo un poco de jugo y muerdo una tostada. Estaba tan apurada porque hacía días que no había podido ver mis padres y eso era lo único que me importaba. Corró hacía el baño y me detengo—¿Sabés algo de mi amigo?—pregunte. 

Mueve su cabeza, se acerca entregándome ahora un toallón blanco para secarme después de la ducha—Èl ya desayuno y se fue porque nos avisó que debía irse a trabajar—dice sonriendo. 

Suspiro, sabía que Drake trabajaba en una firma importante de la ciudad y que lo estaban teniendo a prueba como abogado. Hacerlo beber así un día de semana hacía que me preocupe por él porque sabía lo que necesitaba ese empleo y más siendo nuevo en el tema legal. Sonrió—Muchas gracias—le digo mirándola. 

Esa mañana había empezado bien, necesitaba olvidarme de lo que pasó hacía dos noches atrás con Alan y poder empezar de cero. Drake había sido una de las personas que más me ayudó a seguir y saber que estaría comiendo con mis padres también. Me terminó de arreglar, pongo perfume y salgo de la habitación—No se puede ir tan temprano, señora—me dice viéndome pasar por su lado. 

Me volteo—¿Y porque no?—pregunte. 

Deja de limpiar y hace que otra chica más se acerque—Son órdenes del señor Frank, debe quedarse hasta él venga a buscarla y no podemos desobedecerlo—asegura. 

Aprieto la cartera contra mi cuerpo y sonrió—Cuando venga dile que no soy la hija y que tengo pies, manos y una enorme capacidad para poder hacer las cosas solas, adiós niñas—las saludo con la mano. 

Se queda admiradas por la forma en que podía hacer todo lo que quería y más teniendo a una persona como Alan a mi lado. Bajo las escaleras, observó que había un chófer desocupado—¿A qué dirección la llevo?—pregunta. 

Ingreso al auto—Solo maneja y te voy a ir guiando porque sé que ustedes son empleados honestos y le avisarán al señor Frank—digo en forma irónica.

Ya no vivía con mis padres pero igual debía pedir permiso para salir, informar a qué lugar y a qué hora regresaba. En el mundo del revés estaba viviendo bajo el techo ese hombre. Aprieto la pantalla de mí celular y le envío un mensaje de W******p: “no seré una empleada tuya esperándote en tu casa. Ya me fui, si quieres verme estoy en el restaurante de la esquina de mi casa”, se lo envío y sigo mirando por la ventanilla del auto.

Luego de darle varias indicaciones al chófer, llegamos a destino y baje del auto—Estaré esperando allá—señala.

Niego con mi mano y le muestro dos dedos—Tienes dos opciones—le comienzo a explicar y asiste—Opción uno te regresas a la casa de Alan y la opción dos te sientas a comer como cualquier persona normal conmigo—le digo. 

Desajusta su corbata y sonríe nervioso—Señora no se nos permite comer con esposa del jefe y …—lo interrumpo. 

—Olvidate quién soy y ven—le tomo el brazo. 

En mi familia no nos agradaba tener empleados porque muchos se tomaban la costumbre de olvidarse que son seres humanos y eso debía cambiarlo en esa casa. Alan los tenía como uno robots y ese chófer se veía cansado, triste y ya mayor de edad. Hice que nos pongan dos entradas para cada uno y sonreí al verlo disfrutar. 

Toca su comida con el tenedor—Si mi hija se entera de esto no me lo creeria—dice feliz. 

—¿Y como se llama su hija?—pregunte. 

Entusiasmado saca su billetera y me muestra su foto, al verla podía darme cuenta que tenía mi misma edad y lo miró fijamente—Se llama Violeta—dice. 

Sonrió—Que lindo nombre, ¿dónde está ahora?—pregunte entregando su billetera. 

Limpia sus manos y después su boca—Se fue a otra ciudad, está haciendo su residencia en medicina y este trabajo lo hago con el señor Frank para poder ayudarla con sus gastos. Ya sabe cómo somos los padres con sus hijas, arriesgamos todo para verlas feliz —sostiene.

Escucharlo decir eso hace que en mi pecho se sienta un dolor inmenso, estaba frente a mi hablando de su hija mujer con un orgullo que le brillaban los ojos y se le entrecortaba la voz por las ganas de llorar. Estiró mi mano y tocó la suya—Su hija es muy afortunada al tenerlo como padre—le digo mirándolo fijamente. 

Al observa que entra Alan en el restaurante todo serio, el chófer se levanta de su asiento y hago lo mismo—Muchas gracias por esta comida, señora—dice bajando su mirada. 

Era el momento donde los empleados hombres no podía verme a la cara, requisitos de Alan y sus locuras. Puedo ver cómo el chófer habla unas palabras con él y sigue su camino hacia afuera. Sonrió—Miren quién llego—exclamo. 

Se acerca a mi—¿Qué parte de esperarme en casa no entendiste?—me pregunta. 

—Lo siento debo haber entendido espéralo en el restaurante—digo irónicamente. 

Eso hizo que más se enoje, camina hacia donde estoy y agarra mi rostro—No juegues conmigo—dice apretando sus dientes. 

No me di cuenta en que momento mis padres aparecieron y comenzaron a vernos, se extrañaron que no estuviéramos hablando sino que mirándonos fijamente y en silencio. 

—¿Pasa algo acá?—pregunto. 

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