—Bien, no tardará mucho —Polo se ajsutó y la miró con dulzura y cariño mientras presentaba educadamente a la multitud—. Esta es mi mujer. Siento haberla disgustado el otro día, tengo que ir de compras con ella más tarde.
La multitud se limitó a reír, no sorprendida por las palabras de Polo.
Los canadienses de éxito valoraban a la familia por encima de todo.
El rostro de Juan se tornó visiblemente sombrío cuando escuchó a Polo llamar a Lorena su esposa.
Se sentó tranquilamente y en silencio, bebiendo con todos los demás.
Todos se divertieron hablando y riendo, pero Juan no parecía tener mucho interés.
Siempre miraba a Lorena subrepticiamente.
Lorena ignoró su mirada y se levantó para hablar con una señora canadiense.
Lorena era popular, era guapa y espontánea y tenía personalidad, no como Estela, que era aburrida y maleducada.
Polo se alivió al ver que su humor no se había visto afectado y pasó a hablar de negocios con los extranjeros.
Estela hizo un gran esfuerzo por contener