—Di o no...
Mariana reaccionó por fin al oír la voz del bebé.
Sus lágrimas cayeron en silencio.
Luis teme que Susana haga daño de verdad al bebé y no puede evitar apartarse para protegerlo.
Pero entonces.
Mariana la detuvo de repente y sonrió, no tan alarmada.
—¡Adelante, suéltalo, suéltalo!
Se arrancó el corazón, sobresaltando a la multitud.
Luis también cambió bruscamente de cara.
Mariana se despreocupó de sus hijos y se sentó en el suelo entre risas y lágrimas:
—Preferiría no haberlo tenido, ¿por qué querría dar a luz a mi propio enemigo?
Los ojos de Luis la miraron asombrados:
—Mariana, ¿de qué estás hablando?
Susana también se puso rígida, un poco nerviosa, mientras intentaba impedir que Mariana continuara:
—Cállate, perra, es tu propio hijo, ¿no te importa?
Mariana sonríe apenada, su expresión lúgubre da paso a una mirada extraña:
—Mi padre murió, hoy.
Hizo una pausa y miró a Luis, con un escalofrío en los ojos:
—No sabes quién es mi padre, ¿verdad? Es el autor del atentado contr