Jefe enfadado

El señor Duncan, con un movimiento brusco hizo a un lado la silla de escritorio y solo se limitó a colocar sus manos sobre la pared blanca, para dejar a Mary sin salida. Ella solo se limitó a voltear el rostro a un lado y a respirar fuerte por la impotencia que sentía, pero la mano del hombre la tomó por el mentón y la obligó a encararlo.

—Mary, Mary… ¿Acaso no sabes que yo soy un hombre de influencia?, quedar mal conmigo es el equivalente a quedarte sin trabajo aquí y en todas partes —dijo el señor Duncan en un susurro y Mary comenzó a tapar su rostro con sus manos, porque el desagradable y tibio aliento de él chocaba contra ella—. Tú misma estás sepultando tu carrera si me desobedeces, tu currículum se verá manchado y tu récord laboral también. Lo entiendes, ¿verdad? Y quita tus manos, quiero verte mejor.

Mary hervía de rabia, se sentía acorralada, pero a pesar de todo lo que estaba carcomiendo su paciencia en su interior obedeció, apartó sus temblorosas manos y encaró aquella regor
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