Rosi se encontraba en el baño, sus manos temblaban mientras intentaba cubrir sus pechos. Antonio, su esposo, había irrumpido en la habitación sin previo aviso. La sorpresa y la indignación se reflejaban en su rostro.
— ¿Qué haces aquí? ¡Eres un pervertido! ¡Fuera de aquí! — gritó Rosi.
Antonio no parecía afectado por su reacción. Se cruzó de brazos y sonrió con suficiencia.
— Cálmate. No tienes por qué ponerte así. Además, no es algo que no haya visto antes. Solo que tenía mucho tiempo sin verlo — respondió Antonio con desdén.
— Salte del baño inmediatamente, Antonio — exigió Rosi.
— Pues la verdad es que no sé cómo piensas hacer a partir de ahora, porque esta noche voy a dormir aquí en nuestra habitación. Así que solo te queda acostumbrarte, ternurita — añadió Antonio con una mirada desafiante.
— No tengo ningún problema en ir a dormir a la habitación de huéspedes con tal de no tener tu respiración encima de mí — replicó Rosi, sintiendo la tensión en el ambiente.
Antonio se acercó a