Capítulo 24.

Cuando Bradley Suter consiguió por fin al médico que trataba a Alexa, sintió que la sangre en sus venas se helaba de miedo y angustia. «Rotavirus» había pronunciado el galeno con seriedad.

—Llegó con una importante de deshidratación, lo que agravó el cuadro respiratorio con el que había iniciado. Pero descuide la canalizamos para suministrarle suero y antibióticos por la vena y el último reporte indica una importante mejoría.

Eso era bueno, pensó Suter. Sin embargo, no cambiaba el hecho de que él no había estado allí para sostener la mano de Alexa, ni la de Lara cuando más asustadas habrían estado.

—Le agradezco mucho, doctor.

—Es mi trabajo —replicó el galeno de inmediato—. Vaya con su familia.

Suter marchó por el frío y aséptico pasillo hacia la habitación de Alexa. Al empujar la puerta, escuchó la máquina que monitoreaba sus vitales. La pequeña dormía y en su carita persistía un gesto de aflicción. A Bradley le pareció que la diminuta forma pálida hundida en el lecho no podía
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