Capítulo 4

Diana Rodrigues

Estaba apoyada contra la pared y las lágrimas me caían por la cara de rabia. Y ahora le debo toda mi vida, ¿y cómo voy a devolvérsela? ¿Trabajar gratis durante tanto tiempo? ¿Cómo voy a llegar a fin de mes para mi familia? Y más con mi descerebrado hermano, que sólo piensa en fiestas y en comprar cosas para su moto, olvidándose de las necesidades básicas, y mi madre, que es una buena mujer, pero le gusta mucho tener lujos exagerados que no se corresponden con nuestra situación económica. Una mano me toca el hombro y me sobresalto.

"¿Qué te pasa? ¿Por qué lloras?" - el acento del hombre era el mismo que el de mi jefe, debía de ser uno de sus empleados - "¿Puedo ayudarte?".

"No es nada, sólo me han pasado algunas cosas. Siempre me pasan".

"¿Puedo ayudarle?"

"No, lamentablemente no puede" - Respiré hondo - "Gracias".

"Estaré en la ciudad hasta el fin de semana, quédate con mi tarjeta, contáctame por mensaje si me necesitas, dime que eres la llorona del hotel que sabré quién eres".

"Gracias, el mundo necesita gente como tú, que se preocupe por los demás y no gente mezquina que sólo sabe humillar a los demás".

"Me tengo que ir, tengo una reunión, no dudes en llamarme".

Y sin más, el chico guapo desapareció por el pasillo, y yo también necesitaba salir de allí, o me metería en más problemas de los que ya estoy. Bajé por el ascensor del personal, porque tenía mucho trabajo que hacer. Consulté mi agenda y vi que, además de la suite presidencial, también tenía que limpiar algunas habitaciones. Cogí mi carro de limpieza y corrí a limpiar las que quedaban. Pero apareció mi encargado.

"¿Por qué no has venido a mi despacho?". - se cruzó de brazos.

"Tenía más habitaciones que limpiar" - no dijo nada de lo sucedido.

"Y si te despidiera, no tendrías que limpiar nada, sólo irte".

"No puedo ser despedida, y no podrás hacerlo por mucho tiempo".

"¿De qué estás hablando?" - se indignó.

"De que quemé un traje" -no dijo nada del reloj- "Y ahora voy a morir trabajando aquí para poder pagarlo. No me puedes despedir".

"¿Quién te ha dicho eso?" - se indignó.

"El dueño del hotel dijo que debo trabajar para pagar el traje. Me pidió que hablara con Finanzas".

"Lo miraré. No puedo aguantarte aquí tanto tiempo".

Se marchó haciendo sonar sus tacones en el suelo del pasillo del hotel y probablemente iba a comprobar si mi historia era cierta o si estaba diciendo una mentira para no poder despedirme. Todas las mujeres de la limpieza la temíamos y podía despedir o contratar a quien quisiera. Era la tía del director general. Seguí con mi trabajo, porque incluso antes de comer, le debía un coche importado al dueño del hotel. Nunca lo había hecho. Intentaba hacerlo todo bien, pero no sabía lo que la gente tenía contra mí, gente como Sirlene, que salió de la habitación y ni siquiera me avisó. Si ella hubiera hecho eso, me habría ido a tiempo y nada de esto me habría pasado. Limpié mientras ella hacía fotos para colgarlas en sus redes sociales, y ni siquiera me ayudó. Hay gente a la que le gusta hacer daño a los demás. Son personas que se benefician de la bondad de los demás. Estoy seguro de que no será la última vez que alguien malo venga a beneficiarse de mi amabilidad.

Por fin llegó la hora de comer, que fue el único buen momento de mi día. Joseph y yo almorzamos juntos, y mi amigo siempre me hacía reír. Él también tenía una vida difícil como yo y siempre decía que debíamos reírnos, porque nuestra vida ya era una tragedia. Sabíamos lo esencial que era para nuestro sustento cada gota de sudor que derramábamos.

"Toma, José, tengo tanto que contarte" - puse la comida que había traído de casa en el microondas.

"Chica, siéntate" -se pone la mano en el pecho, como si le fuera a dar un infarto- "He visto al jefe de jefes, al todopoderoso, y me ha hablado".

"Yo también lo vi y hablé con él, de la forma más desastrosa".

"¿Qué quieres decir? ¿Le has visto? Entró en el hotel esta mañana y" - se lleva la mano a la boca - "¿Qué hacías, amiga?".

"Estaba limpiando la suite presidencial con Sirlene" - hace una mueca - "Mientras lo limpiaba todo, ella hacía fotos y fotos. Fui al guardarropa a limpiar, y cuando salí, me tropecé con el hombre, y Sirlene ya no estaba".

"No puedo creer que te tropezaras con el hombre" - se lleva la mano a la boca.

"Sí, e incluso rompí su reloj, que al parecer vale más que mi casa".

"Dios mío, ¿qué vas a hacer?".

"Espera, hay más. Me pidió que le planchara los trajes" - pone cara de pena - "Y fui a plancharle los trajes. El primero y el segundo los planché sin problemas, pero cuando vino mi representante y empezó a pelearse conmigo, quemé la chaqueta de uno de ellos."

"Dios mío."

"Sirlene se rió y me dijo que estaba deseando ver cómo me despedían" - conté el resto de la historia. - "Y se enfadó mucho porque yo estaba escuchando su conversación".

"Dios mío. ¿Cómo vas a pagarlo todo?".

"Amigo, voy a trabajar aquí toda mi vida y no podré pagar lo que debo. ¿Sabes cuánto es mi sueldo? He hecho y rehecho cuentas y estoy en problemas".

"Ah Diana, ¿y si vendieras un riñón?".

"Tendría que vender todo mi cuerpo y seguiría sin conseguir el dinero".

Sonó el teléfono móvil. La alarma indicaba que nuestra hora de comer había terminado y que debíamos volver a nuestro trabajo. Me despedí de mi amigo y fui a por mi carrito para limpiar otra de las suites que tenía en mi agenda del día. Uno de los chicos de la recepción me dijo que fuera al departamento financiero del hotel, y yo ya sabía que tendría que pagar céntimo por céntimo por aquel traje. Así que me dirigí allí. Una chica muy guapa, con un pañuelo cubriéndole el pelo, me estaba esperando.

"Soy Aisha, y he traído unos papeles para que los firme. El señor Murabak me ha pedido que descuente el valor del traje y el reloj de tu sueldo. Lo siento".

"Me equivoqué. Fue culpa mía por dejar que otras personas ocuparan mi atención y por romper el reloj".

"Intenté hablar con él..." - Nos interrumpió mi jefe.

"Aisha, nada de hablar con el personal. Cometió un error y debe ser castigada por ello. Sigue con ello, te necesito para resolver otros asuntos". - Él mismo cogió el bolígrafo que tenía en la mano y me lo entregó. - "Fírmalo y presta más atención a lo que haces".

"Sí, señor". - Sin siquiera leer, firmé aquellos papeles. Sus ojos se clavaron en mí - "Disculpe" - Luego me dirigí hacia la puerta. Necesitaba salir de allí y llorar.

"Diana"- Escucho su voz llamándome y miro hacia él. - "Espera".

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo