Alejandro sintió fuertes latidos en su corazón, mientras contemplaba la mirada inusualmente tierna de Clara. Sin embargo, las palabras afiladas y frías que ella pronunció lo hirieron profundamente, y su mirada de amor se volvió borrosa por un instante.
—Maestra—dijo Celeste, viendo a Clara aparecer. Su expresión estaba llena de confusión y tenía muchas preguntas en mente, pero no sabía cómo abordar el tema.
—Alejandro, ¿por qué estás aquí? — preguntó Clara con voz fría y distante.
Alejandro, viendo que ella no mostraba ni un ápice de afecto por él, como si su experiencia juntos en la vida o la muerte nunca hubiera ocurrido, sintió un dolor aún más profundo. Sin embargo, respondió con sinceridad: —Vine a buscarte, quería verte, necesito hablar contigo.
—No digas tonterías, ¿realmente crees en lo que estás diciendo? — Clara esbozó una sonrisa burlona con sus labios carmesí.
—Está bien, yame viste, ahora lárgate de aquí—exclamó Celeste con indignación.
Este hombre despreciable había estad