—¿Verdad?, Clara levantó su mano para tocar su mejilla, que estaba ardiente como una pequeña estufa. De repente, se volvió tímida y apartó la mirada.
—Tal vez es porque he bebido un poco de vino y me ha afectado el alcohol.
—Pero si ibas a ir a la bodega, ¿cómo es que te has sonrojado antes de beber el vino?— cuestionó Aarón.
Aunque era hábil y eficiente en el trabajo, era un poco torpe en privado, y ni siquiera se dio cuenta de que la señorita estaba teniendo pensamientos de lujuria.
—¡Hablas demasiado! Clara rodaba los ojos coquetamente y se alejaba dando un giro de cabeza.
Aarón estaba desilusionado y no sabía en qué había ofendido a la señorita. Solo podía actuar como un pequeño perrito mayordomo, siguiéndola con entusiasmo.
Llegaron a la bodega, donde se almacenaban cerca de mil botellas de vino tinto que Diego había preparado para ella, sabiendo que a menudo le gustaba beber un poco.
Cada botella de estos vinos tenía un precio elevado y muchas de ellas eran piezas de colección qu