—Alejandro, ¡no puedes cargar la culpa sobre mí solo por lo que pasó antes! ¡No lo admitiré! — Leona gritó muy enojada, su voz resonaba con bastante determinación.
—Alejandro, en cuanto a lo de Noa, ¡si vas a señalar con el dedo, ve a hablar con el grupo Rodríguez primero! ¿Acaso crees que no hay suficiente caos en esta casa? — Enrique lo miró furioso, claramente inclinándose hacia Leona.
A pesar de todo esto, él no era particularmente indulgente con esta hija tan desobediente. Lo que más le enfurecía era que su abuelo y su nieto estuvieran en sintonía, como si intentaran desplazarlo como cabeza de familia, era algo que no podía tolerar.
—El asunto con el grupo Rodríguez lo manejará Rodrigo. En cuanto a nuestro lado del grupo Hernández, no se molesten, me encargaré personalmente de limpiarlo todo—respondió Alejandro con gran frialdad, su tono expresaba su determinación y autoridad indiscutible.
Alejandro volvió a fijar de nuevo su fría mirada en el rostro de Leona. —Leona, te lo pregun