Clara y Alejandro quedaron atónitos.
¡Vaya, el abuelo sí que sabe hablar sin reservas!
Pero ¡bien dicho!
—Padre, Elena era mi esposa. Solo vine a verla. ¿Por qué todos me miran con tanta hostilidad? — Enrique ya no podía contenerse, casi perdiendo la compostura frente a su propio padre.
—¿Tu esposa? ¿No era Ema, la condenada a muerte? — Fernando se rio con gran desdén.
La cabeza de Enrique latía de dolor, apretando fuertemente los dedos.
En los últimos veinte años, su padre nunca reconoció a Ema como su nuera. Y ahora, de repente, lo admitió con una mirada burlona. ¿No estaba humillándolo y abofeteándolo en la cara?
—Papá, la verdad sobre la muerte de Elena ha tardado veinte años en salir a la luz. ¡Me duele el corazón al enterarme tristemente de todo! — Enrique, con los ojos enardecidos, señaló ferozmente su pecho. —En aquel entonces, soporté una gran presión para traerla de vuelta con su hijo a los Hernández, incluso te opusiste a mi decisión. ¿No hice todo esto por amor a Elena? ¡No