Sebastián levantó una ceja, afirmó levemente y siguió caminando.
Sofía le agarró la mano con fuerza: —Sebastián, ¿realmente eres tan despiadado?
Sebastián no tuvo suficiente el corazón para apartar su mano.
Suspiró suavemente: —Sofía, suéltame en este momento. Esto no nos hace bien a ninguno de los dos.
Sofía esbozó una sonrisa muy triste: —Esto no me importa. Solo quiero que estés conmigo.
La expresión de Sebastián, aunque algo nostálgica, mostraba una firmeza aún mayor: —Creo que he sido muy claro contigo.
—Acepto las condiciones que te propuse, piénsalo muy bien y luego vuelve a buscarme.
Dicho esto, intentó apartar con delicadeza la mano de Sofía para irse. Pero ella no lo soltaba.
Ambos empezaron a forcejear un poco.
Ignacio apareció en ese instante con varios socios comerciales y al ver la ridícula escena, frunció el ceño: —Sebastián, ¿qué está pasando aquí?
Sebastián soltó de inmediato la mano de Sofía y respondió con calma: —Solo un encuentro casual.
Ignacio no estaba dispuesto