Estuve dos horas en el hospital con un gotero, y al salir no vi el coche de Carlos. Me sentía muy mal, así que no pude evitar tomar un taxi de regreso a casa. Mi celular se había apagado solo dos minutos antes, así que él nunca vino a recogerme.
Antes, él era muy atento conmigo. ¿Desde cuándo comenzó a volverse distante y frío?
—Me bloqueaste, así que no puedo llamarte.
Carlos se quedó un momento sorprendido, la ira en su rostro se desvaneció un poco.
—Sabía que tendrías hambre, te traigo un tentempié, arroz de mariscos.
Miré el tazón de arroz. Solo tenía un poco de cebollín, no había rastro de mariscos, parecía más bien sobras de otra persona.
Hace media hora vi a Celia en las redes, publicando una foto de Carlos cocinando.
[¿Quién dice que no hay hombres buenos en el mundo? No solo me enseñó a manejar un Mercedes con una mano, sino que también me cocinó arroz de mariscos cuando tuve hambre, ¡delicioso!]
Me reí amargamente mientras revolvía el arroz, sintiendo un asco en el estómago.
—Tíralo, no quiero comer.
—¿Qué te pasa ahora? Lo traje especialmente para ti, ¿y lo tiras así? —La expresión de Carlos se oscureció al instante, sus ojos me miraron con desdén.
—Solo fue que hoy transferí la casa a Celia, ¿te molesta eso? No he impedido que te quedes. Su hijo puede usar esta casa para inscribirse en la escuela cercana, solo publicó un agradecimiento. Y tú, en vez de dejarlo pasar, fuiste a comentar cosas irónicas en su publicación. ¿Acaso tengo que justificarme por eso?
Acababa de tener un aborto y había sufrido una segunda lesión en la pierna, me sentía exhausta.
—Me malinterpretaste, solo tenía curiosidad de por qué el título de propiedad que publicó era de nuestra casa...
—¿Me malinterpretaste? Celia tiene razón, ¡así eres tú! —Carlos interrumpió impaciente—. Siempre te enojas por todo, no tienes ni un poco de generosidad ni tolerancia. Si hablo con cualquier mujer, ya te pones celosa. ¡El problema eres tú!
Si fuera antes, habría intentado argumentar un poco para que entendiera quién soy realmente. Pero ahora solo lo miraba con frialdad. Cuando terminó de gritarme, dije lentamente:
—¿Terminaste de gritar? ¿Puedes apagar la luz?
Me miró con desdén y salió de un portazo, sin apagar la luz. Unos segundos después, escuché otro portazo en la sala. Antes, cuando se iba a dormir a casa de Celia después de pelear, no podía dormir en toda la noche. Pero esa noche, me dormí cómodamente.
Al día siguiente, desperté y busqué un abogado recomendado por un amigo para consultar sobre el divorcio. Desde aquella vez que salió de la casa, Carlos había estado desaparecido durante tres días. La próxima vez que lo vi fue en una foto de vacaciones publicada por su hermano, Pablo.
Ellos se tomaron una foto juntos, Celia estaba al lado de Carlos, ambos vestidos a juego, sonriendo radiante.
Le di un "me gusta" en silencio. Carlos, que había estado ausente, me llamó de inmediato.
—Más tarde iré a recogerte para llevarte a la playa, te presentaré a mis amigos —Tras una pausa, agregó—. En realidad, no tenía que invitarte, esto es una recompensa por tu buen comportamiento últimamente.
—Está bien.
El proceso de divorcio ya estaba en marcha, no quería alarmarlo.
Carlos llegó puntualmente a recogerme. Era extraño que hoy no hubiera visto a Celia, esa zorra, venir a hacer escándalo.
Al llegar a la playa, Pablo se acercó y me saludó.
—La última vez fue un encuentro que organicé yo, lamento no haberte avisado con anticipación. —Pablo asumió la responsabilidad, intentando elevar mi estatus ante los demás.
—He estado muy ocupada con el trabajo en la empresa últimamente.
—He oído que convenciste a varios de los mejores talentos para abrir una sucursal en la ciudad de Mar. ¡Felicidades! —continuó Pablo con cumplidos.
—Es una posibilidad, aunque aún no sabemos si se concretará. —Sonreí levemente.
En ese momento, Carlos llegó rápidamente, mirándome con descontento.
—¿Vas a la ciudad de Mar? ¿Por qué no me lo dijiste? ¿Te he dado permiso para ir?
Giré la cabeza y lo miré en silencio, observando su rostro enojado. La atmósfera a nuestro alrededor se volvió tensa de nuevo. Carlos seguía gritándome, y Pablo, incómodo, tuvo que intervenir para romper el hielo y nos invitó a hacer una barbacoa.
Unos minutos después, los hombres habían montado la parrilla. Carlos se sentó a mi lado y, para sorpresa de todos, mostró una expresión de nerviosismo.
—He acordado con Celia que, cuando su hijo se gradúe de primaria, le devolveré la propiedad de la casa.
—No te enojes, es mi casa y no tengo por qué explicarte nada.
—Oh.
Asentí con calma. Justo entonces, vi acercarse a una figura familiar. La sonrisa en mi rostro se congeló. Un amigo de Carlos que nunca había visto, se levantó emocionado y saludó a Celia.
—¡Celia, Carlos está aquí, ven rápido!
En ese instante, todos los presentes se quedaron boquiabiertos.