Esa noche, le supliqué que, por el amor que una vez compartimos, se detuviera a tiempo y cortara el contacto con Celia.
En ese momento, Carlos estaba sentado en el sofá, jugando con su teléfono móvil. Celia le debía haber enviado algún mensaje, sonrió, y su mirada era tierna. Luego, me miró fríamente.
—Violeta, ¿por qué siempre destruyes el buen momento? ¿Puedes dejar de lado los sentimientos tan importante, nadie es indispensable, y este tipo de control me presiona mucho.
Esa noche no pude dormir.
—Mi amor, ¿no puedes perdonarme?
Carlos, al ver que no decía nada, me suplicó con los ojos enrojecidos.
—Está bien.
—¿De verdad? ¿Me perdonaste? Mi amor.
—Perdonarte no afecta que presente una demanda de divorcio, nos veremos en el tribunal.
Al terminar, me marché sin mirar atrás, dejando a Carlos con la cara pálida, sentado en el suelo. Ese mismo día, Carlos tomó un vuelo de regreso.
Pocos días después, recibí otro mensaje de Celia. Me envió muchas fotos juntos con Carlos. Su tono había cam