Capítulo 2. Responsable de mis actos

Narra David De María Ramírez

Pues le teníamos que dar la información que, de seguro, iban a necesitar para poder llevarse al herido e ingresarlo a un hospital.

–Buen día, supongo que usted ha sido quién llamó joven – Dijo dirigiéndose a mí – La persona está muy grave. Nos podría decir, lo que recuerde del accidente o si vio quién lo ocasionó.

Yo iba a afrontar mi responsabilidad, pero no quería ir a la cárcel, me había regresado el alma al cuerpo, cuando el paramédico confirmó que todavía estaba vivo el señor, aunque muy grave. Estaba rezando para que el señor llegara bien al hospital a donde lo iban a llevar, tenía que vivir, esperaba que Dios le diera una oportunidad de recuperarse.

–Buenos días – Respondí – Así es, he sido yo quién llamé y también quién ocasionó el accidente. Sobra decir, que me haré cargo de todo.

El paramédico me miraba desaprobándome y era lógico, yo mismo me desaprobaba después de lo que acababa de hacer. Él comenzó a tomar los datos que le dábamos de mí, después llegó una patrulla y empezaron a interrogarme y cosas de rutina, que se hacen en esos casos y entonces, ocurrió una tragedia, el corazón de esa persona cayó en paro y mi madre y yo fuimos testigos, de cómo lo volvieron a la vida en ese momento con la ayuda de un desfibrilador.

Me sentía, como el peor hombre del mundo, me sentía miserable, me sentía culpable y sentía una carga inmensa, con nada iba a pagar por la vida de esa persona, si es que no lograba salvarse, pedía con todas mis fuerzas, que el señor se pudiera salvar.

Afortunadamente, el señor estaba reaccionando a los estímulos que le habían inducido y se salvó, pero estaba en estado de gravedad, la ambulancia cerró la puerta, porque se iban a llevar al atropellado al hospital, nosotros seguimos a la ambulancia y también fue la patrulla, teníamos que esperar a que dieran con los familiares del lesionado.

Mi madre y yo nos la pasamos todo el día en el hospital, pues se necesitaba mucha atención para el malherido, estuvimos ocupados todo el día, mi madre estuvo pagando a todos, para que yo no fuera a la cárcel, cuando se pudo localizar a los familiares del accidentado, se tuvo que sacar otra fuerte cantidad de dinero y mucho esfuerzo, para que no me demandaran por haber atropellado al señor y estaban en todo su derecho. Pero mi madre les prometió cielo y tierra y así fue que nos pudimos ir a la casa.

–Señores, nosotros nos retiramos, cualquier cosa que surja, me pueden llamar por favor, nosotros vamos a estar pendientes, de todo lo que se les ofrezca.

Mi madre y yo estábamos en toda la disposición, yo era el responsable de todo eso, y ella era mi fortaleza y no me iba a dejar solo y la ayuda, para la familia del señor estaba en nuestras manos.

–Muchas gracias, señora, nosotros le avisamos si llega a pasar algo, no se preocupen, esperemos que todo se solucione, con los cuidados que está recibiendo mi papá.

La señora, estaba muy calmada, pues la verdad yo esperaba que se me fueran encima, pero como yo me había quedado en la escena del accidente fue lo que me ayudó, que me quedara a responsabilizarme del accidente.

–Muchas gracias, señora – Le dije a la hija del señor.

Nos despedimos y nos fuimos a casa, cada uno en su auto, yo iba pensando en todo lo que había ocasionado en un segundo, de descuido, y sentí que me había caído todo encima, todo estaba jugando en contra mía, pensaba que pude haber provocado la muerte a otra persona. 

– ¿Qué pasó? Estaba muy preocupado por ustedes, apenas me dijo Carmen, quise ir al hospital, para apoyarlos.

Andrés, nos estaba esperando en la casa, no tenía caso que hubiera ido al hospital, me hubiera puesto más histérico con tanta gente a mi alrededor, que me miraba con lástima, pues me hubiera convertido en un asesino, me iban a considerar una mala persona.

–Eso no hubiera servido de nada, Andrés, estuve a punto de matar a una persona, ahora estaría en la cárcel, por asesino y todo por ser tan estúpido.

Me había entrado un ataque de nervios, que se asustaron mi madre y mi amigo, pues empecé a dar vueltas por la sala, muy alterado, no me iba a poder calmar con nada, era un desastre, era una vil escoria.

–Pero hijo, afortunadamente, no pasó a mayores y tuviste la amabilidad de permanecer en el lugar.

Pero pude haber hecho mucho daño a una familia, porque el señor era padre y esposo, yo le hubiera arrancado la vida por imbécil, por no saber afrontar mi realidad, si yo había sido quien tomó la decisión de dejarla, tenía que actuar como un hombre y no estar provocado accidentes, poniendo en riesgo la vida de mucha gente.

–Pero, soy un estúpido, me hubiera gustado mejor haber chocado contra un árbol y quedarme ahí, mejor me hubiera muerto, porque yo le provoqué todos esos golpes al señor, que no se merece estar tendido luchado por su vida, en esa cama de hospital.

Mis gritos se escuchaban en toda la casa, me quería desahogar, creo que esto había sido el detonante que necesitaba, para poder poner los pies sobre la tierra, verme en esa situación era lo que me tenía que hacer reaccionar, Andrés, me miraba con cara de no creérselo, pues era la primera vez que él me miraba de esa manera, y no me importaba lo que pensara, yo era un asco de persona y me hubiera merecido ir a la cárcel, aunque no quisiera.

Andrés prefirió irse de la casa, pues yo me estaba volviendo un poco irracional. Yo me subí a la recámara y de ahí no quise salir lo que restaba del día. Así pasaron unos días, y nada me podía levantar de esa cama, estaba muerto en vida, no quería seguir viviendo, no quería ir ni siquiera a recibir clases, para no encontrarme con Alondra.

–Yo creo que es mejor madre, regresarme a Madrid, sé que no quieres que me vaya, pero aquí puedo ocasionarle a cualquier otra persona un daño irreparable.

Ya lo había pensado muy bien, esa sería la mejor opción, regresarme a Madrid, por un largo tiempo, aunque no me iba a engañar diciendo que iba a olvidar a la mujer de mi vida, eso no me lo iba a creer nunca.

–Pero hijo, tienes que recuperarte antes de querer irte a otro lado – Me dijo mi madre preocupada.

–No hago nada bueno estando así de deprimido.

No había estado nunca antes en este grado de depresión, todo se había complicado y ya no me hallaba en México, tenía que salir de esto, y no tenía paz sabiendo que la tenía tan cerca y tan lejos, ese era el peor de los sufrimientos, de verla y no poder tocarla, porque ya no era mía.

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