Cuando salí corriendo, Enzo levantó la vista y sus ojos rojos brillaron al verme.
“Te dije que te escondieras”, resonó su voz en mi cabeza.
Pero le ignoré.
Solté un grito salvaje y corrí hacia uno de los salvajes justo cuando estaba a punto de morder a un alumno. Extendí la mano y cerré los ojos al