Nina
“Ni-Nina...”.
El sonido de la voz de Enzo, en ese momento, fue lo más hermoso que había escuchado jamás.
“Estoy aquí, Enzo”, susurré, manteniendo las manos sobre su espalda desgarrada mientras seguía concentrando toda mi energía en curarle. “Estoy aquí”.
“Nina... Detente...”.
Abrí los ojos y