El miércoles temprano, al apenas entrar a su despacho, Leia se encontró con un Vicenzo de semblante serio, esperándola.
—Hola— saludó la joven que otra vez mantenía su cabello recogido.
El varón la notó y regresó su atención a ella, al haberse mantenido viendo los distintos diplomas de la joven abogada.
—¿Necesitas algo? — preguntó al dejar su bolso y portafolios sobre el respaldo de la silla y escritorio respectivamente.
Él asintió apretándose el puente de la nariz.
Ella pensó que había hecho algo mal con su trabajo y trató de hacer memoria qué pudo haber sido, pero él interrumpió sus pensamientos.
—Verás, tenemos un problema – dijo el hombre que se veía bastante estresado.
—¿Qué es? Seguro lo arreglaremos— dijo recargándose a un costado de su escritorio.
—El nuevo cliente, pide que seas tú quien se haga cargo de su cuenta— soltó secamente y la vio con seriedad.
¿El nuevo cliente? Se pregunto mentalmente.
Palideció. Ese era Caleb.
—Pero yo estoy trabajando contigo— le recordó sin ent