El día siguiente, martes, Leia se encontraba sola en su oficina, Carla hacía más de cinco horas que había salido a su cita, luego de medio ordenar el archivo, la cobriza suspiró con pesadez.
Dos golpes en su puerta la interrumpieron.
—Adelante – soltó con indiferencia.
—Vi luz bajo la puerta y supuse que estabas aquí— comentó un alto y atlético barón de más treinta y cinco años.
Vicenzo era uno de los asociados principales de Connor en esa prefectura, incluso, se atrevía a pensar, que de los principales a nivel nacional; prácticamente Vicenzo estaba a cargo de ese bufete, aun así, Connor había dejado claro que no era su jefe.
—¿Te marchas? — preguntó Leia al verlo cargar su portafolios.
Él se apretó el puente de la nariz.
—Sí, tengo una reunión con la demandante, al parecer ha conseguido videos que pueden llegar a ser incriminatorios para el sospechoso – afirmo el apuesto hombre con premura.
—Ya veo – respondió ella sin darle mucha importancia.
—¿Seguirás aquí? — preguntó él girándose