XII. Caballeros, les presento a mi amada esposa
Con todo dicho y aclarado firmé finalmente el contrato prenupcial y nos casó un notario unos días después, en la habitación del hospital donde se recuperaba el Sr. Wilde. Todo fue sencillo y nada engorroso.
Tan rápido que cuando tuve el certificado en mis manos aún no procesaba que acababa de casarme, debo aceptar que muy dentro, en el fondo de mi corazón, me sentí algo triste, siempre había imaginado el día de mi boda como una fecha mágica y genial, donde haría realidad mi sueño tan deseado por cinco años.
Todo sería perfecto, la música, la iglesia, el vestido, los invitados, los padrinos y sobre todo el novio.
Pero la vida real no es como el cuento de hadas que nos pintan cuando somos pequeñas, la vida real es cruel y está esperando agazapada a que te confíes para desgarrarte las ilusiones y los sueños.
Por eso no le daría más la oportunidad de verme humillada y herida, a partir de hoy me quitaré ese estúpido vestido de princesa, para ponerme el traje de guerrera.
- Puedes desca