Después de salir de la librería en la que laboro, junto a Sam quien es mi mejor amiga, me siento feliz porque podré ir a casa. Ya muero por leer estos libros. El viento golpea mi rostro con fuerza, sostengo los libros que llevo en los brazos intentando por todos mis medios poder mantener el equilibrio y no tropezar. Las personas caminan sin cuidado, van metidas en su propia burbuja apartados de la realidad. No soy la excepción, desde hace rato que dejé de prestarle atención a Sam (mi compañera de trabajo y de la preparatoria en la que curso el último año) una empedernida por los libros al igual que yo. Su afición por ellos nos llevó a congeniar apenas cruzamos palabras en la librería y ahora también cafetería, un pequeño pero acogedor local lleno de maravillas plasmadas en papel, un ambiente que desprende el mejor aroma a café.
Los libros se han convertido en mi único refugio, donde los problemas parecen desaparecer. En ellos encuentro tranquilidad en medio del caos, es como una guari