Esa noche, Ximena no regresó a la Villa Acacia, sino que se quedó en casa de Marcela.
Junto a sus tres pequeños, se acurrucaron en una cama pequeña, los cuatro estrechamente unidos, en un cálido abrazo.
Los niños, con sus manitas, se aferraban fuertemente a Ximena. Ella, entre risas, les preguntó si