—¡Yo no siento nada por ti! ¡Lárgate de aquí! —Lisandro gruñó.
El grito de Lisandro asustó a Ariel, quien, poniendo pucheros, dijo:
—¿Por qué gritas así? ¡Me has asustado!
—Lisandro, hablemos con calma, enojarse no soluciona nada, —dijo Ximena, claramente celosa.
—Entre ella y yo... no hay nada, ¡ti