Mariana, conteniendo el impulso de abofetear a José, forzó una sonrisa.
—No seas tan directo, me... me harás sonrojar.
José pellizcó la barbilla de Mariana, y murmuró con aparente coquetería.
—Pobre ingenua, aún te haces la digna.
Justo cuando José iba a besarla, Mariana se apresuró a decir:
—Señor