Mateo apretaba el látigo en su mano, con una mirada fría y sombría, recordando vivamente al lacónico Lisandro. Solo pronunció cuatro palabras.
—¡Él se lo buscó!
—Mamá sabe que quieren protegerme, —Ximena, con paciencia, les habló—. Pero esto es asunto de adultos, déjennos a nosotros manejarlo.
» Pue