Lisandro apretó la copa en su mano, bebió de un trago y se la devolvió a Lluvia antes de abrir la puerta y marcharse con paso firme. Lluvia jugueteó con la copa vacía en su mano, sus labios rojos brillantes, y se volvió hacia Marcus.
—¡Sigamos bebiendo! No dejemos que Lichi arruine la noche. Siempre