El nerviosismo de Ximena era evidente.
Su cuerpo temblaba, recordando a las hojas que se estremecen con el viento otoñal.
Lisandro trataba de ser lo más suave y paciente posible, buscando guiarla y hacerla sentir cómoda.
Pero cada vez que Ximena cerraba los ojos, las imágenes aterradoras de aquella