—¡Amor, eres tan maquiavélico! —dijo Ximena, entre risas y lágrimas.
Lisandro le pellizcó cariñosamente la nariz a Ximena: —A veces eres demasiado sentimental.
—Soy simplemente una mujer —Ximena dijo, sosteniéndose la nariz con una sonrisa.
Con una sonrisa juguetona, Lisandro despeinó el cabello de Ximena, cubriendo sus brillantes y encantadores ojos: —¿No deberías levantarte y prepararte para el trabajo?
Lisandro instó a Ximena a levantarse rápidamente, temiendo no poder contenerse si seguí