Capítulo 8
En el tiempo siguiente, empecé a aprender a manejar la empresa familiar, tal como mis padres me habían pedido.

Lo que pasó entre Ana y yo en la boda también quedó aclarado: en cuanto se publicó el video de las cámaras de seguridad, la verdad salió a la luz.

Escuché que Ana le rogó durante mucho tiempo a Alejandro que no la echara, y que estaba dispuesta a hacer lo que fuera con tal de seguir en la familia Herrera.

Al fin y al cabo, en la familia Suárez ya no había lugar para ella.

En cuanto a Gabriel, en el norte circulaban rumores de que era despiadado y cruel.

Que si alguien lo traicionaba, ni siquiera a sus propios familiares perdonaba.

Pero yo no tenía miedo.

Lo único que sabía era que él me trataba bien, y yo a él también.

Eso era suficiente.

La siguiente vez que vi a Alejandro fue una noche.

Seguramente estaba borracho, porque me apretó la muñeca con fuerza, sin dejarme ir.

Al ver aquella pulsera de pareja, con la hiriente letra A, por fin comprendió que no representaba a Alejand
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