—Debes ir diciéndome cómo te sientes —pronunció ella sin dejar de observarlo, pero él estaba concentrado en su rostro, que la acarició con la yema de sus dedos.
—Ser tan hermosa como tú debe ser un pecado —pronunció y ella se sonrojó.
—Adulador esposo. ¿Te sientes bien? ¿Estás mareado? ¿Tienes náuse