El tiempo de espera consiguió calmarlo, también le dio la oportunidad de pensar y planificar algunas acciones que le permitirían cumplir todas las promesas que le hizo a Asad. Llamó a Ebrahim, su asistente, para que despejara su agenda, cancelara compromisos y llamara a todos sus gerentes para una reunión virtual; necesitaba delegar por tiempo indeterminado sus funciones dentro del hotel para dedicarse a cuidar de su hijo enfermo.
Las dos horas pasaron con lentitud, pero su determinación a esperar estaba intacta. Si Sara pensaba que se marcharía después de la visita, se llevaría una sorpresa al darse cuenta de que la esperaba en la puerta.
Dos horas y treinta minutos después, tarde, ella salió del hospital y caminó apresurada hacía la parada de autobuses, el coche arrancó y avanzó a poca velocidad hasta alcanzarla.
―Sara ―llamó Rashad a través de la ventanilla del coche.
―¿Qué quieres, Rashad? ―preguntó sorprendida de verlo aún allí.
―Sube, debemos hablar ―ordenó con arrogancia.
―No p