Arianna.
Sabía que mi futuro esposo era un gran negociador, y que sabía captar la debilidad de su oponente, pero que supiera como dejarme callada y muerta de deseo con solo unas palabras, me ponía nerviosa, tenía que recomponerme, teníamos un plan y debíamos llevarlo a cabo.
Cuando planeamos como procederíamos antes y durante la negociación, contemplamos muchísimas trabas y trampas que nuestros expertos negociadores podían utilizar, y la atracción que sentíamos por ellos, era una de ellas.
Había cuatro puntos que teníamos claros, el primero y más importante necesitábamos tiempo, que no teníamos, para hacernos a la idea de que el resto de nuestra vida podía cambiar. Lo peor de este punto era que dependía exclusivamente del intrigante Kevin Powell Senior, y después de lo que le dijimos esta mañana, no pensábamos rebajarnos a pedirle más tiempo. Se limitaba aun un año, como máximo, para no sólo casarnos, sino para que unas de nosotras o las tres se quedarán embarazadas.
Esto nos llevaba