La muerte de Finnian dejó el aire pesado y un silencio en el que se podía escuchar el canto de los pájaros que habitaban la selva. La adrenalina que aún corría por las venas de Darius, le hicieron escanear con escrutinio el rostro de cada miembro del clan que permanecía en la plaza. Quería ver que tanto había afectado que hubiera acabado con la vida del líder de los ancianos. Deseaba mantener intacto a su clan y viviendo en paz, pero el destino tenía otros planes para ellos.
—¿Alguien más cree que Kara no pertenece a este clan? ¿Dudan de mi liderazgo? —inquirió sin dejar de mirarlos a los ojos—. Nadie será castigado, solo quiero saber lo que piensa mi pueblo.
Algunos dieron el paso al frente y hablaron bien de la compañera del alfa, otros negaron con la cabeza en desacuerdo con las afirmaciones de Finnian.
Mientras el alfa escuchaba atento cada respuesta, su madre, Freya, llegó corriendo. En sus ojos se podía ver una mezcla de nerviosismo, satisfacción y esperanza.
—Darius, te traigo u