En la clínica...
Toc - toc, toco la puerta con los nudillos de mis dedos para que él crea que es alguién más y no se imagine que soy yo.
- Adelante.- Escucho que habla con su hermosa voz mi adorable esposo.
- Vaya vaya ¿y esta visita tan hermosa a que se debe señora Montoya-. Dice Wilmer levantandose de su asiento y viniendo a mi encuentro.
- Pues se debe a que hoy tengo ganas de almorzar junto a mi esposo-. Le respondo.
- ¿Y la niña dónde está? Pregunta Wilmer y yo me pongó nerviosa porque seguramente me va a reclamar por no haberla traído conmigo.
- La dejé en casa amor y antes de que me digas algo los guardaespaldas se quedaron cuidando de ella y nuestra nana también.
- Ahora entiendo todo. ¿Lo que tú quieres es que almorcemos solos verdad?.
- Sí cariño y ahorita mismo nos serviré la comida porque debes de tener hambre.
- Sí, tengo hambre, mucha hambre pero no de comida. Tengo hambre de tu cuerpo, de tus besos.