John arrancó la motocicleta como si el motor fuera su única vía de escape. Aceleró sin casco, sin destino, sin importar el frío que le golpeaba el rostro como una bofetada que no venía de Gina, ni de Emily, sino de sus propios recuerdos.
Las calles comenzaban a perderse entre curvas mal iluminadas, y la noche parecía empeñada en no dejarlo pensar con claridad. ¿Mila había matado a su madre? ¿Y su padre... cómplice? ¿Todo ese teatro familiar era una farsa desde el principio?
Los nudillos se le pusieron blancos contra el manillar. No lloró. No gritó. Pero por dentro, su pecho ardía como si alguien le hubiese metido fuego por dentro.
No vio el charco. No vio la grava suelta. Solo sintió el golpe.
El mundo se volcó de costado y su cuerpo salió disparado como si estuviera liberándose de un peso invisible.
El impacto fue seco. La motocicleta siguió su curso, mientras él quedó tendido sobre el pavimento húmedo, la respiración entrecortada. No sangraba, pero su hombro dolía como si alguien le