Cuando Emma llegó con su esposo, él sostenía a su pequeña entre sus brazos, le tocó el brazo con suavidad y lo invitó a ir a su cuarto para hablar solos.
En el instante en que Emma y Evan se encontraban en el cuarto de su hija, un lugar que, a pesar de los conflictos familiares recientes, les ofrecía cierta paz, una ligera tensión se posó sobre ellos. La pequeña Eva dormía entre los brazos de Emma, y Evan no podía evitar mirar el rostro de ambas con ternura y un amor profundo. Sin embargo, la tensión seguía latente en el ambiente. Aún tenía en mente la solicitud que su padre, Nathan, había hecho, y la discusión con él continuaba resonando en su mente, dejándolo sin respuestas claras.
Emma, al percibir su incomodidad, decidió intervenir. Sabía que Evan se debatía entre la responsabilidad, el resent