Emma y Emilia estaban en el departamento, organizando los últimos detalles para la llegada del bebé. Las pequeñas prendas estaban ya dobladas en cajones y las mantas acomodadas en el mueble junto a la cuna. Había una mezcla de emoción y nervios en el ambiente, especialmente para Emma, quien no podía dejar de pensar en la ausencia de Evan. Había imaginado tantas veces cómo sería este momento juntos, pero la incertidumbre de su desaparición hacía que todo fuera más difícil.
—¿Estás bien, Emma? —preguntó Emilia mientras le pasaba una pequeña manta rosa y notó una ligera expresión de dolor.
—Sí, solo… no puedo evitar sentirme triste —respondió Emma, intentando sonreír—. Solo quiero que ella llegue sana.
El padre de Evan estaba en la habitación del beb&ea