Emilia ajustó su delantal y echó un vistazo rápido al reloj en la pared. La tarde había avanzado, y el café estaba lleno de clientes que buscaban un momento de descanso entre tazas humeantes y dulces tentaciones. En los últimos días, la rutina del trabajo en la cafetería se había convertido en su refugio, le permitía distraer su mente y llenar sus días de tareas que exigían su atención.
Desde que Evan y Matthew habían partido a la misión, dejando tras de sí un vacío difícil de ignorar, ella había preferido regresar a la casa que compartió con su esposo. Allí, entre sus recuerdos y con la compañía de su cuñada, esperaba cualquier señal de regreso, alguna noticia que devolviera la esperanza de que Matthew, algún día, cruzaría nuevamente la puerta.
Para Emilia, el c