MILA
Abro los ojos lentamente, estirando mis brazos y piernas en la cama. Me siento renovada después de una buena noche de sueño. Me levanto y me dirijo hacia la cuna de mi bebé, que aún duerme pacíficamente. Le doy un beso suave en la frente y decido dejarlo dormir un rato más.
Me dirijo hacia el baño para empezar mi rutina matutina, pero justo cuando estoy a punto de entrar, la puerta se abre y entran Natalia y su amiga Alisa, cargadas de ramos de flores.
—¿Qué... qué es todo esto? —pregunto, mirando las flores con curiosidad.
—Son para ti, tontica —dice Natalia con una sonrisa.
—¿Para mí? ¿Quién me las envía? —pregunto, mirando a Natalia y Alisa en busca de respuestas.
—No lo sé —dice Alisa encogiéndose de hombros—, pero tengo una idea de quién puede ser...
—¿No tienes idea, Mila? —pregunta Natalia guiñándome un ojo.
—No... no tengo idea —admito.
—Bueno, quizás deberías leer la tarjeta que viene con las flores —dice Alisa con una sonrisa misteriosa.
Me acerco a las flores y busco l