Inicio / Fantasía / MI VAMPIRO FAVORITO / 5.  ESCONDIDA EN LUXEMBURGO
5.  ESCONDIDA EN LUXEMBURGO

SOL:

 Se queda mirándome fríamente, luego sin decir nada gira y se introduce por una puerta, estoy a punto de irme, cuando de ella sale una anciana que me mira y sonríe.

—¿En qué puedo serle útil señorita? — pregunta en mi idioma.

—Buenos días, ¿puede decirme como se llama este lugar? —pregunto bajando la voz.

—Se encuentra en la ciudad de Luxemburgo, señorita—responde con amabilidad sin dejar de observarme.

—¿Luxemburgo? ¿En serio? —pregunto sorprendida, recordando que mis padres odiaban este país, por lo que respiro aliviada pensando que ellos no vendrán.

—¿Desea algo más, señorita? —pregunta amablemente la señora.

—No, no señora, muchas gracias —me despido y me alejo de la recepción.

 Camino ahora tímidamente hacia la salida, quiero salir a inspeccionar el hermoso parque que observo desde la altura de mi terraza y que queda justo frente al edificio. Me detengo en la acera con intención de cruzar la calle, después de veinte minutos tratando de decidirme, se me acerca un joven con un bastón, y choca conmigo.

—Perdón, perdón —se disculpa una y otra vez.

—No se preocupe, no fue nada— le respondo asombrando que también habla mi idioma, percatándome de que es ciego.

—Joven, ¿sería tan amable de ayudarme a cruzar la calle?— pregunta con una sonrisa tímida.

 Me quedo callada observándolo. Es alto y delgado, viste un impecable traje negro, que hacen total armonía con sus espejuelos negros, que no me dejan ver sus ojos. Sigue delante de mí, sonriendo. Es muy hermoso, tanto que se me corta la respiración. Lo observo embelesada, me recuerda a alguien, pero no me acuerdo. Escucho como se limpia la garganta y es cuando caigo en cuenta, que no le he respondido.

—Oh, disculpe, disculpe usted.  Si como no, deje que lo ayude— seguidamente lo tomo por un brazo y decido ahora, con más seguridad, cruzar la calle.

—Muchas gracias, muchas gracias —dice mientras sigue sonriendo, y a mi me parece realmente hermoso y conocido—, ¿va al parque?

—Sí, quería estirar mis piernas —no sé ni porque le respondo, es un desconocido. Pero cómo es ciego, me da pena.

—¿Le molestaría que camine a su lado? —pregunta con amabilidad moviendo su bastón en mi dirección.

—No, claro que no —me coloco  a su lado tomando su brazo.

—Perdón, no me he presentado, mi nombre es Rijan —vuelve a inclinarse y tengo la sensación de ver sus ojos brillar detrás de sus espejuelos oscuros.

—Mi nombre es Sol —me presento también.

—¿Sol? —sonríe en lo que vuelve a inclinarse y agradece: — Hermoso y cálido nombre.

—Gracias.

 Avanzamos despacio, uno junto al otro. Es hermoso el parque, lleno de muchos árboles. El olor a hierba fresca, recién mojada, hace que respire feliz. Me encanta el olor de la naturaleza, me hace sentir muy bien. También, quizás por costumbre, he tomado sin darme cuenta la mano de Rijan, que no dice nada. Cierra su bastón y se deja guiar por mí. Que todavía no me he percatado de lo que he hecho, y camino como acostumbraba a hacer con papá o mamá.

 Voy tan ensimismada en mis recuerdos, que de pronto siento un tirón en mi mano, y es cuando me doy cuenta de que Rijan, por no guiarlo bien, ha chocado con un banco, y ha estado a punto de caer. Lo sujeto fuerte enseguida, ayudando a que se enderece.

—Disculpa Rijan, disculpa, acostumbro a caminar con papá así, que lo hice sin darme cuenta contigo. Perdón, por no fijarme por donde iba, ¿te hiciste daño?— le pregunto al ver como frota su rodilla, lo ayudo a sentarse en el banco, y sin escuchar sus reclamos diciendo que se encuentra bien, le subo el pantalón para ver una herida.

—No es nada —me dice mientras sonríe— me he hecho cosas peores, sanará pronto— e intenta bajar su pantalón.

—Es una herida, tenemos que llevarte al doctor. ¿Conoces un hospital cerca? Soy nueva aquí, no conozco nada.

—Yo soy turista, me hospedo en ese hotel de allí— dice señalando el edificio en que vivo. ¿Es un hotel? Y es cuando veo el cartel con el nombre Hotel Luxemburgo. Vaya, vivo en un hotel —no es necesario que me lleves al hospital, solo necesito que me ayudes a encontrar una farmacia, creo que está en una de las esquinas, me dijeron.

 Giro mi cabeza en busca de la farmacia, y la veo muy cerca de nosotros. Meto mi mano en el bolsillo, sonrío feliz de no haber olvidado mi cartera.

—Espera aquí Rijan, iré a comprar de todo lo necesario —le pido decidida a curar su pierna.

—Espera Sol, deja que te acompañe —me detiene tomando mi brazo. —Me percaté que no hablas el idioma de aquí, te acompañaré, yo tampoco lo hago, pero si me hago entender con el alemán.

—¿Alemán?  —Me detengo al escucharlo. —Lo hablo un poco.

  Rijan se ha puesto de pie, extendido su bastón, intenta caminar, sin embargo, se ve que le duele. Corro y me coloco al otro lado, atrapando su brazo, lo llevo a mi cuello mientras lo sujeto por su cintura. Por un instante me parece que me huele, me detengo y lo observo, él mira hacia delante, seguro fue mi imaginación, me digo.

 Avanzamos en silencio con algo de dificultad hasta llegar a la farmacia, al vernos una joven muy hermosa corre a ayudarnos.

—Señor Rijan, ¿qué le ha pasado? —pregunta con preocupación.

—Hola señorita, no es nada, he tenido un pequeño accidente. He chocado con un banco del parque —explica sin soltar mi brazo como si temiera que me fuera.

—Pero señor, ¿para dónde iba mirando? —pregunta y entrecierro los ojos.

 Lo observo ahora molesta. ¿Es que acaso no se ha dado cuenta de que es ciego? La veo que lo va a tomar de una mano, pero me interpongo. Después de todo fui quien hizo que tuviera el accidente.

—No hace falta, señorita, yo soy su compañera. ¿Puede buscarnos algo para curar una herida? —pregunto muy seria a la señorita.

—¿Compañera? ¿Qué quieres decir con eso? ¿Herida? ¿Qué herida?—pregunta observándome ahora de arriba a abajo.

—Como lo escuchó, señorita. Sol es mi compañera— confirma Rijan, sonriendo de una manera encantadora, que hace me quede observándolo embelesada— y me hice una pequeña herida en mi rodilla — explica y me parece que le hace una seña a la dependiente.

—Entiendo, ¿tú eres Sol? — pregunta esta vez sonriente la dependiente. —¿Así que al fin encontró a su Sol, señor?

Sigue leyendo este libro gratis
Escanea el código para descargar la APP
Explora y lee buenas novelas sin costo
Miles de novelas gratis en BueNovela. ¡Descarga y lee en cualquier momento!
Lee libros gratis en la app
Escanea el código para leer en la APP