Me besó por más de un minuto, minuto en el que yo no pude reaccionar debido a la repentina impresión. Solo podía sentir el pasto bajo los dedos y los ocasionales rayos del sol rozando nuestros rostros. Su mano se sentía cálida contra mi mejilla, y sus labios eran dulces y amables.
Cuando al fin recobré la razón, me alejé de él poniéndome roja. Miré a mi amigo con ojos redondos, incrédulos y arrepentidos.
—Alan, perdón, pero yo no...
—Déjame probártelo —me interrumpió vehementemente—. Déjame probarte que puede haber algo entre nosotros.
Miré su suplicante semblante, su amable mirada azul, y no pude oponerme. En realidad, si me hubiese dicho todo eso un día antes, le habría dado un rotundo no. Pero, ¿por qué me negaría?
Volteé el rostro y miré hacia la mansión detrás de nosotros, enorme, majestuosa, una fortaleza. No había esperado que el señor Riva me correspondiera, pero tampoco había anticipado un frio y humillante rechazo de su parte.
¿Iba a deshacerse de mí cono ese homb