Capítulo 116. Belleza única
Mariana todavía mantenía la cabeza agachada, sumida en sus pensamientos sobre qué decir para calmar a ese león enfurecido, dado que cuya mirada amenazante parecía querer despellejarla viva. Después de varios momentos de tenso silencio, ella volvió a levantar la cabeza esperando que él dijera algo, aunque fuera una reprimenda, en lugar de quedarse callado. Sin embargo, al encontrarse con esos ojos fríos, sintió un escalofrío recorriéndola; ella jamás había recibido una mirada tan helada por parte de Felipe, y comprendió que, esta vez, había cometido un grave error y ahora no sabía qué hacer para remediarlo.
Y con su voz temblorosa, tartamudeó al preguntarle:
—¿Por qué no me dices nada?
Por su parte, Felipe permanecía en un silencio absoluto. En la esquina del pasillo, podía ver a sus amigas, las cuales se notaban inquietas y con ganas de ayudarla, pero ella les hizo seña de que estaba bien. Y cuando miró que ellas querían interferir en su conversación con su esposo, negó varias veces c