Bianca, por su parte, se preguntaba cuándo fue que Brando la había marcado sin que ella se diera cuenta, o peor aún, cuándo había aceptado aquella marca. Pues no tenía ni idea en qué momento había sucedido todo eso que la bruja le decía.

Sin embargo, al recordar todo lo que Brando le hacía sentir con solo tocarla, comprendió que debía haber sido en alguno de los muchos momentos en que él la hizo suya. Ya que cada vez que estaban en la intimidad, se le olvidaba hasta de su propio apellido y de quién era ella, puesto que sus deseos eran tan intensos que simplemente se perdía en sus brazos.

Y en su mente se decía: “Maldito animal, ya verás cuando te tenga enfrente todo lo que te haré.”

Solo pensar que la persona que le gustaba era, en realidad, un animal, la estremecía. Pero no era momento de pensar en eso, sino de buscar la forma de salir de aquel lugar, ya que sabía que no era rival para aquella bruja malvada.

Mientras pensaba en una manera de escapar, escuchó que la bruja le decía:

—M