Mundo ficciónIniciar sesiónNo puedo evitar sentir una punzada de melancolía al pensar en Adela. Ella siempre estaba ahí, como un faro en la niebla, recordándome que aún quedaba algo bueno en el caos de mi vida.
—Ella no quería que me casara con Horacio —admito, el arrepentimiento goteando en cada palabra—. Tenía que haberle hecho caso. Decía que tenía una mirada escurridiza. Odilia resopla y asiente con la cabeza con tanta firmeza que me recuerda a una maestra regañona de escuela primaria. —Es verdad, él no te mira a los ojos —digo con un escalofrío—. A mí tampoco me gustó cuando mi hermana me lo presentó. ¿Cuándo fue que te casaste con él? —Déjame sacar bien la cuenta, tenía dieciocho años —digo pensativa—. Ahora tengo treinta y cinco. Es decir, hace diecisiete añ






