62. YA NO HAY SECRETO ENTRE NOSOTRAS
Veo cómo Horacio se levanta, nos da una última ojeada y se marcha sin decir nada. No puedo contener mi emoción. Estoy segura de su amor por mí, pero verlas hoy así, defendiéndome de su padre con tanto amor, me hace sentir tan feliz y orgullosa de ellas que lo único que puedo hacer es abrazarlas y besarlas.
—Ya, mamá, cálmate. No llores más —me pide Melissa, limpiando mis lágrimas.
—¡Tenías que habernos avisado antes, mamá! —me reprocha Emily.
Me limpio las lágrimas, todavía emocionada de ver a mis dos hijas dejando de ser niñas para convertirse en mujeres y defenderme con tanta pasión.
—¿Cómo se enteraron? —pregunté, aunque ya sabía la respuesta.
—¡Yo se los conté! —dice Joe, entrando por la puerta—. ¡No iba a permitir que ese desgraciado se saliera con la suya!
—Hiciste bien, tío —dice Emily enseguida—. ¡Estás hermosa! ¿Ahora tenemos que decirte tía?
—No, chicas, ustedes me pueden decir como quieran —responde Joe, emocionado de que ellas lo acepten vestido de mujer.
—Me gusta que te