Capítulo 18

XVIII

El aroma que emanan las sábanas llega de lleno a mis fosas nasales y la comodidad en la espalda aclara de inmediato que estoy acostaba en la cama. ¿Me habré quedado dormida?

Abro los ojos y visualizo a Verónica sentada de una manera aristócrata sobre una de las esquinas de la cama, leyendo en su tablet no sé qué, parece entretenida porque no se percata de que he despertado.

—Está linda— murmuro, haciendo que mire de soslayo con una sonrisa.

—Gracias, yo misma me encargué de decorarla.

La levanta y deja que vea

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