Tanto el ingeniero y el arquitecto recién llegado tratan de llamarla. Azucena corre sin parar seguido de los llamados vívidos que se desvanecen con el trote acelerado por las escaleras.¿Rafael? ¿Herido? ¿Qué está sucediendo?No sabe de donde salen las fuerzas de sus piernas, la agitación que se contrae en los músculos de su cuerpo. El desasosiego que nace de repente para que corra y no se detenga. ¿Dónde dejo el carro? Azucena, aún en tacones, apresura el paso hacia su camioneta ya sin aliento.El teléfono. ¡El maldito teléfono lo dejó caer!—Oeste. Calle treinta y cuatro—se repite. Temblores asechan con movilizarla para que no conduzca. Sus dedos oscilan con la llave. Azucena aprieta el volante y acelera con una imagen cruda de Rafael en la cabeza. Pasado la avenida en la que está mira los avisos, las carreteras y con la ayuda de la memoria lleva su camioneta al viaje más largo de toda su vida—. ¡Por Dios, Rafael! ¿¡Qué sucede!? —jadea más agitada qué nunca. Como mucho puede respira
—Lo juro, alguien llamó diciéndome que encontraría a Rafael herido y tirado en la calle —Azucena repite a la policía sentada frente a él y con Rafael, de hecho, detrás de ella—. No reconocí la voz. Era una voz distorsionada, algo extraña.—Me parece que quizás fue una simple coincidencia y usted se alteró por una broma —el policía deja de escribir. Han llegado a una estación cercana de la policía para anotar los acontecimientos, extraños y sin explicación alguna—. Ya vio que el señor Montesinos está bien y nada de lo que le dijeron era real.—De igual manera quiero que investiguen —Rafael interfiere. Sus ojos no dejan al policía, enfatizando ya su seriedad que lo carcome—. Dijeron mi nombre y apellido. No es coincidencia, y mi —Rafael se detiene. Por un momento se le olvidaba que Fernando sigue con ellos, detrás. Él no sabe nada de lo que sucede entre los dos, los que los une. Suspira—, Azucena no está loca.—Bien —el policía se coloca de pie—, localizaremos el teléfono de la señora A
Arreglándose la manga de la chaqueta de su traje, Rafael visualiza temprano en la mañana la vista desde su mansión al norte de Nueva York. Tiene varias propiedades, pero es ésta a donde siempre acude. La cena de anoche con Fernando no pasó a mayores complicaciones luego de cerrar la conversación de Azucena.Sin embargo, desde anoche, desde que la dejó, la extrañeza dio paso a la alerta. No es suficiente ordenar que se profundice en ésta extraña coincidencia, sino descartar las posibilidades de un posible fraude. Rafael aprieta la mandíbula, su hueso sobresaliendo y que enfatiza su notable molestia de anoche. Hubiese preferido que Azucena viniera con él.No quería presionarla.No quiere presionarla a hacer cosas que no quiere.Es temprano en la mañana. Mira su teléfono. Es su esposo, pero ni siquiera tiene su número. Y no serviría ahora que Azucena ha perdido el celular. Vuelve a mirar hacia adelante, encontrando la fachada de la neblina nueva en éste día. Rafael se viste con una últim
No hay tiempo para limpiarse la humedad del rostro por las lágrimas. Azucena acaba de despertarse en un cuarto oscuro con una simple cama y una ventana cerrada.Desde lo ocurrido en el accidente no sabe qué sucede, qué es lo que pasa. El aturdimiento fue tanto que lo que recuerda después es nada. Lo siguiente fue ella despertándose en el suelo.Y no ha pasado ni cinco minutos desde eso.Azucena sigue en el suelo, sollozando perdidamente por el horror qué vive. desorientada, nula en conocimiento, fallando en gritar porque el dolor de su rostro es demasiado. Azucena se arrastra hacia atrás. Sigue con la misma ropa con la que dejó su departamento, pero eso no es un alivio.La mirada con la que observa el alrededor es de miedo total. Visualiza sus manos, manchadas de carmesí: sangre ya seca. Sus dedos están entumecidos y sus muñecas duelen por el impacto del choque en el auto. Trata de recordar lo que sucedió después y es en vano. Plagada de dolor, Azucena intenta ponerse de pie aún en su
En medio de su locura, teñida de dolor, la mirada de Azucena a Marlene está cargada de ira y un desequilibrio que la llevará a una locura total.¿Ésta mujer la tiene presa a voluntad?Lo que había sido dolor se transforma en rabia, esa que carcome. Azucena no halla cómo levantarse y abalanzarse a Marlene. Ya no es un sueño del que tiene que escaparse. Tampoco es una pesadilla. Es real y ahora más que nunca el odio que la consume empieza a desatinarla. Se remueve, pese a sentir los huesos rotos, las piernas débiles, y el mayor dolor físico que ha podido sentir hasta ahora.Una risa viene desde Marlene.—¿Hasta cuando tendré que verla? —Marlene comienza mirando a Erick—. El tiempo pasa.—Ella firmará todo a su disposición. Me quedo con lo mío, tu finges que no sabes nada y te ganas el corazón de Rafael Montesinos. Simple como eso —Erick habla como si no estuviera ahí, como si fuese de trapo o fuese una vida sin importancia.Si Erick ha mencionado a Rafael quiere decir que sabe de él…ento
—Señorita Reyes, la presentación de estos problemas financieros está incorrectos ¡Y acaba de caer una sanción por parte de la autoridad fiscal!—¿Qué? —Azucena exclama, pálida por el susto.—¿Y usted cree que esto es todo? —continúa el gerente de finanzas—, pues no. Como ha hecho una valoración incorrecta hay pérdidas financieras para los inversionistas ¡¿Sabe qué significa eso?! ¡Que presentarán demandas! ¡Demandas, señorita Reyes! ¡Y todo por su culpa!—E-espere, señor López. Debe haber un error, yo jamás hice algo así. Soy muy correcta con los números. Esto no puede estar pasando, es imposible. Yo-—Señorita Reyes —el señor López se pone de pie, tomando un suspiro—, esperemos que la multa de las autoridades no sea tan alta porque una vez los inversionistas se den cuenta de éste error pedirán su dinero de vuelta. Y eso podrá en una situación precaria a Compañía Reyes por su fatal movimiento de las finanzas.—¡Es imposible, señor López! Le juro que yo hice todo bien y no puede haber
—Esto no lo puede saber nadie. Esto no lo puede saber nadie —Azucena se repite, desesperada. Ya no está en la oficina, sino en uno de los pasillos de un prestigioso edificio donde se ésta llevando a cabo la primera fiesta de recaudación que serán en estas tres noches.Intentó desistir a la invitación pero resultó imposible. David le dijo que no podía faltar porque Compañías Reyes, la empresa de su familia, siempre asiste. Y ahora como la cara principal en la sede de Nueva York, no puede decir que no. No tiene tiempo para estas fiestas, ¡No ahora! ¡No cuando ésta tarde toda su vida ha cambiado! Y cambiará para mal sino hace algo.Por mas que piense en el dinero, por los momentos no hay ninguna salida. La única es decirle a su hermana, pero eso significa echar por la ventana tiempo de dedicación. Ella no volverá confiar en sus habilidades.Decepcionará a la familia.—¿Azucena? —reconoce la voz de un primo suyo, Erick. Su expresión combina con el horro de encontrarla preocupada—. ¿Esta t
—¿En qué tanto piensas, Rafael? Desde anoche estás algo extraño —quien habla es Fernando, un gran asesor no sólo suyo sino de sus otros dos hermanos, en especial de su hermano mayor. Debido a las reuniones para recaudar fondos entre las empresas involucradas está aquí. La empresa de su hermano también y ha venido por eso—. Y desapareciste. ¿A dónde fuiste?Pensativo. Fernando tiene razón. Rafael está pensativo, bastante, hasta el punto de casi no concentrarse temprano en ésta mañana. Algo en específico lo tiene pensativo. Y se trata de algo que se le sale de las manos, y es la razón por la que pensativo, también está malhumorado. Fernando no ayuda con las preguntas.Se quita los lentes y se enjuaga los ojos, ya indiferente.—Ahora que estoy expandiendo mis negocios tengo la cabeza en varias partes. Continuemos —Rafael señala una pila de papeles en su escritorio—. Quiero una protección de bienes. Luego de lo que sucedió con mi antigua esposa, no quiero que suceda lo mismo. Estoy buscan