José observaba todo y sentía cierta admiración por Luciana. No era de extrañar que una chica tan joven fuera tan feroz en la batalla. Detrás de ella había amigos y familia que la respaldaban, asegurándose de que nadie pudiera sacar ventaja.
Al ver que Vicente salía, Luciana se levantó rápidamente para recibirlo.
— ¿Qué dijeron, hermano?
— O nos pagan quinientos millones de dólares, o te ofrecen una disculpa, o los llevamos a juicio.
Luciana le dio una palmada fuerte en el hombro.
— ¿Estás loco, hermano? ¿Me vendes por quinientos millones de dólares? ¿Y todavía les das opciones? ¡Deberíamos demandarlos directamente!
Vicente, al verla arremangándose lista para pelear, negó con la cabeza, resignado.
— Si quieres que tu padre se entere que andas por acá peleando y administrando un bar, y no temes que te lleve de regreso para un matrimonio arreglado y heredar el negocio familiar, entonces podemos demandar directamente.
Al escuchar esto, Luciana se calmó de inmediato, encogiéndose en la sill